Las cifras de la emigración dominicana hacia el Caribe son inciertas gracias al aspecto de indocumentación que la caracteriza. Hay números oficiales (ver Tabla 2.1), pero es sabido que éstos no dan cuenta de la realidad empírica en la que se insertan estas migraciones. De los varios miles de dominicanos/as que están viviendo de manera permanente en otras islas del Caribe, la mayoría reside en esos países de manera irregular. El modus operandi se repite: entran en dichos países con un visado de turista, pero terminan quedándose más allá de los meses que estipula el permiso de viaje. Una vez en destino, los/as dominicanos/ as encuentran redes de familiares, amigos/as y conciudadanos/as para encontrar trabajo y los medios materiales para su subsistencia.
Los procesos de emigración intra caribeña no son un fenómeno nuevo. Varios son los momentos en que se han visto históricamente, flujos de dominicanos/as saliendo hacia las otras islas de la región. En un principio, gran parte del fenómeno era protagonizado por mujeres que salían con contratos informales para ejercer como trabajadoras del sexo en destino. Algunas de las islas del Reino de los Países Bajos (Aruba, Curazao y San Martín) vieron llegar cientos de trabajadoras sexuales a sus costas a lo largo de casi tres décadas para ir a trabajar a las cadenas turísticas de hoteles y casinos, por ejemplo.1 El caso de la emigración hacia Puerto Rico, sin embargo, ha sucedido de manera muy sui generis.
Al ser Puerto Rico (PR) un estado libre asociado de los Estados Unidos de América, su economía dolarizada goza de índices de desarrollo importantes y estándares de vida que sobrepasan la media caribeña. Por estas razones y por la proximidad geográfica entre la RD y PR (de 127 kilómetros aproximadamente) es que los/as dominicanos/as han visto en este vecino país un destino ideal de tránsito hacia los EE. UU. o residencia. La primera llegada para miles de dominicanos/as no es por aire, como suele suceder para el resto del Caribe. En estos casos, la entrada es por agua; o sea, viajan en yolas (embarcaciones de madera destinadas al transporte ilícito de personas) desde la RD hacia PR, buscando llegar de manera irregular. Una vez en PR, los dominicanos y las dominicanas se insertan en el mercado laboral, más bien informal, permitiendo ser explotados abiertamente. Es decir, ellos aceptan condiciones de trabajo en donde están dispuestos a hacer trabajos 3D (por sus siglas en inglés: dirty, dangerous and difficult): sucios, peligrosos y difíciles; cobrando tan sólo una fracción de lo que cobraría un/a puertorriqueño/a.
Referencias:
1 Sánchez, C. (dir.). (2012). El tráfico ilícito y la trata de mujeres dominicanas en el exterior. Realidad y lineamiento de Políticas Públicas. Santo Domingo: Amigo del Hogar.
Citación sugerida:
Riveros, N. et al. 2015. Estado del arte de las migraciones que atañen a la República Dominicana 2014. OBMICA. Santo Domingo: Editora Búho.